La categoría “populismo” ha sido adoptada desde hace mucho para describir y caracterizar una amplia gama de experiencias políticas en todo el mundo, pero existe un puñado de países donde su uso ha sido más recurrente y constante. México es uno de ellos. De hecho, el gobierno de Lázaro Cárdenas en los años treinta del siglo pasado la primera gran experiencia populista en México, inspiró muchos de los criterios hoy aceptados por la teoría para caracterizar el fenómeno. No es exagerado decir que analizar actores y prácticas populistas prescindiendo de dichos criterios sería arbitrario y poco ortodoxo, incluso en la actualidad. Quizá por ello, el populismo en México, desde el cardenismo hasta las experiencias más cercanas, ha sido objeto de innumerables estudios. Yo mismo ofrecí mi interpretación del tema en un libro relativamente reciente, en el cual adoptaba un modelo de análisis para clasificar las distintas experiencias populistas que hemos tenido en México a lo largo del siglo XX y a principios del XXI. ¿Por qué entonces, volver al asunto? Por una sencilla razón: porque la tentación populista permanece latente en el México actual, aparece y reaparece con nuevos nombres y siglas, guarecida en los proyectos salvadores o redentores de nuevos caudillos, sobre todo en tiempos de desastre y desasosiego, como los actuales. De hecho, el populismo nunca se ha ido.
Para fines de análisis, consideraré en este ensayo cuatro momentos del populismo en México: el populismo clásico (Cárdenas), interesado sobre todo en incorporar a las masas al Estado en un esquema autoritario; el populismo de los setenta (Echeverría y López Portillo), caracterizado sobre todo por un excesivo gasto público combinado con un fuerte control político; el neopopulismo (Salinas de Gortari), caracterizado por una dinámica de inclusión de las masas, pero para la promoción de políticas de ajuste liberal; y el populismo de la alternancia (con un Fox más próximo a Salinas de Gortari, por sus resultados, y muy distante de Echeverría y López Portillo, por su discurso) obligado a coexistir con la democracia tanto discursiva como prácticamente.
Los populismos, pese a las diferencias de contexto y lugar, han respondido a un origen similar; en el cual siempre ha tenido que ver el capitalismo y sus consecuencias sociales y políticas, especialmente en los campesinos o pequeños trabajadores urbanos, clase obrera y/o clase media. Debido a la evolución del capitalismo (crecimiento o crisis) en algún momento este sistema económico tiende a afectar la vida de estos sectores de la población y a poner en peligro y como reacción, la estabilidad del sistema político establecido, pues las reacciones de los inconformes no se hacen esperar. El populismo es una manera de concentrar esfuerzos frente a estas preocupaciones sociales y económicas. Es una lectura original y creadora de la situación y se adapta a los casos concretos de cada país. Por ello no se puede hablar de dos populismos iguales, y los teóricos han tenido muchas dificultades en identificar los populismos y definir sus rasgos. Esta lectura populista de las condiciones sociales y económicas del pueblo, en la mayoría de los casos era realizada por sectores intelectuales y/o políticos, creando un planteamiento teórico o en los casos más pragmáticos, un plan o programa político de trabajo. Estos planteamientos eran considerados una respuesta a las necesidades populares, y posteriormente (o simultáneamente)eran llevados a las masas, que hasta bien avanzado nuestro siglo, poco conocían de escritura y lectura. Sólo en un país, con una tradición letrada suficientemente expandida a amplios sectores de la población (Estados Unidos), el populismo nació y se estructuró en el mismo seno de un sector del pueblo: los pequeños propietarios campesinos. Y su debilidad, precisamente, consistió en que sólo respondía a las necesidades de esta clase social, dificultando el encuentro e identificación con otras clases sociales.
Mientras Estados Unidos y Europa sufrían los estragos de la guerra, en Latinoámerica se dieron casos de populismo tradicional con Lázaro Cárdenas (México), Juan Domingo Perón (Argentina) y Getulio Vargas(Brasil). Estos casos tuvieron las siguientes características:
- Personalización del poder en la figura del líder
- Incorporación a las masas a la vida política, dentro de un esquema autoritario.
- Manejo de un discurso nacionalista.
Gobierno de Lázaro Cárdenas (1934-1940): desarrolló políticas de reparto de tierras, creación de cooperativas campesinas bajo control gubernamental, nacionalización de ferrocarriles, modernización de la industria azucarera y la expropiación petrolera.
Las medidas de Cárdenas beneficiaron a México aunque también propiciaron un gobierno autoritarista en donde el Presidente tenía el poder total, incluso para elegir a su sucesor, a esto se le llamó la Dictadura Perfecta.
Gobierno de Juan Domingo Perón : nacionalizó el gas natural, el petróleo y las minas. Gobernó apoyado por el ejército y los sindicatos. Su esposa, Eva Perón, logró el voto universal y fue una líder carismática que creó un nexo entre sindicatos y gobierno.
Gobierno de Getulio Vargas: considerado padre de los pobres, creó la Compañía Siderúrgica Nacional, Petrobás y la Compañía Vale do Río Doce. Instituyó leyes sociales y le atribuyó al Estado un importante papel en el desarrollo del país.
Gobierno de Getulio Vargas: considerado padre de los pobres, creó la Compañía Siderúrgica Nacional, Petrobás y la Compañía Vale do Río Doce. Instituyó leyes sociales y le atribuyó al Estado un importante papel en el desarrollo del país.
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